No cabe duda que todos los temas que vamos tratando hay que ponerlos en práctica de acuerdo a la madurez de cada niño, y está claro que la madurez no se impone, no se manda; cada cual tiene un ritmo.
Partimos del hecho de que los niños tienen un arduo trabajo que realizar : integrar cuanto han ido y siguen recibiendo desde los padres, los educadores, los amigos, los medios de comunicación,…¡Tantas cosas! y ¡tantos ventanas abiertas!
Pero lo importante es que las personas adultas que nos encontramos a su lado seamos realmente maduras. Y en ello centramos nuestra sesión, recorriendo algunas características que nos pueden ayudar a reflexionar sobre nuestra propia madurez.
Así fuimos comentando :
- El sentido de la vida.
- La autoestima.
- El desarrollo físico y mental.
- La apertura.
- La libertad, entendida como autonomía personal.
- La comunicación.
- El altruísmo.
Reflexionando cada punto, llegamos a la conclusión de que todos ellos nos oblegan a los adultos a una ejemplaridad, porque desde ahí es como mejor vamos a educar a nuestros hijos y conseguir que sean personas maduras y coherentes.